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sábado, 15 de septiembre de 2012

El monasterio de Ozón recupera su esplendor


Una asociación recupera este emblemático edificio como albergue jacobeo.

Rafael Lema

Este verano los peregrinos que se acercaron a Muxía tras completar el camino jacobeo se encontraron con un nuevo centro de alojamiento, un hospedaje fuera de todos los modelos convencionales que se encuentran en el tramo de Santiago a la costa. Una asociación llamada Aurora del Camino recuperó y abrió el antiguo y abandonado monasterio románico de San Martiño de Ozón en Muxía, que ahora es un albergue de caminantes. Pero es algo más, ya que entre los fines de la asociación está la de tener las puertas abiertas a todo el mundo, ejercer como casa de té vecinal, local para actividades culturales, clases, y con un modelo alejado de la hostelería al uso, ya que aquí no hay ánimo de lucro ni puertas cerradas. De hecho, en este peculiar monasterio del siglo XXI que acaba de resurgir de entre las malezas y la ruina no se cobra por nada, todo es a voluntad del que llega.

 Allí se le da cama y comida al caminante, se comparten experiencias, espacio, comida, ideas. Incluso han habilitado el hórreo, uno de los más grandes de Galicia, como albergue, debido al aluvión de visitantes en agosto. En Ozón vive una comunidad de personas de diversos puntos de España que se conocieron haciendo el Camino de Santiago y decidieron juntarse para vivir en grupo en medio de la naturaleza y alejados del mundanal ruido. Tras dar con este idílico lugar, se dirigieron al Arzobispado y plantearon su idea de rehabilitarlo. La respuesta fue positiva, tras la pausada meditación de la curia, así pudieron firmar un convenio de ocupación y el compromiso de restaurar una parte del amplio espacio monacal.


Allí llegan gentes de varios países, de todas las creencias o sin ellas, todos son bien acogidos. Se cultiva la tierra y se crían ovejas. Los habitantes de esta peculiar comuna abierta establecen un horario diario de necesidades y obligaciones. Pasear a los perros, cuidar las ovejas, limpiar, dar clases. El cenobio fue muy importante tanto en la Edad Media como en el siglo XVII cuando las aportaciones en trigo y maíz de su extensa parroquia llenaban de diezmos su magnífico “cabazo”. Por eso dispone de varios edificios majestuosos de piedra y establos. Arcos góticos y románicos abrigando gallinas y saliendo en medio de manzanos como en las ilustraciones de un story board de Tim Burton. Una maceta de geranios corona un capitel, o un cuenco de peonias la base de una colunma. Los nuevos comuneros de Ozón van poco a poco, al ritmo pausado que exige el benedictino “locus amenus”, con una restauración respetuosa y leve, retirando escombros, maderas carcomidas y dejando libres estos grandes espacios en donde dan clases de música, tienen un salón o pretenden celebrar todo tipo de actos, como charlas, conciertos. 




Hasta muestran una panoplia con armas de recreación histórica y un conjunto de cámara musical sobre alfombras ya dispuesto en coro para que unos músicos llenen de notas el claustro. La vida en Ozón conserva el ambiente relajado, el encanto de otros tiempos. Pero en vez de monjes hay hombres y mujeres, parejas con hijos e incluso una comunera embarazada que espera dar a luz el primer niño nacido dentro del monasterio en siglos. Un niño al que aún sus padres le buscan nombre. Esta comunidad tiene tradición milenaria en el cenobio muxiano. De hecho Ozón fue un monasterio dúplice (con mujeres y hombres en vida monacal) como otros muchos de Galicia en la primera época, la salida de la labor de San Martiño de Dumio. Aquí se localizó la tumba medieval de una monja que documenta tal hecho. Por eso tiene dos “patronus”, San Martiño y Santa Maria, como Moraime y tantos otros. Relacionado con Ozón esta el monasterio de Baiñas, que fue en su inicio de mujeres.

El párroco de Ozón fue un antiguo misionero en Sudamérica que ha recibido con los brazos abiertos a la comunidad. Esta docena de nuevos vecinos ayudan a recuperar una parroquia agraria y ganadera con una veintena de lugares que pierden habitantes año a año. Y las ruinas del viejo monasterio, el mayor de la Costa da Morte junto a Moraime cobran vida, no con oraciones y gregoriano, pero si con música étnica y voces de niños jugando entre frutales. La idea podría ser válida para recuperar y abrir otros lugares de la comarca como la rectoral de A Barca, la de Cereixo, el monasterio de Baiñas y tantos otros espacios de valor histórico o en enclaves singulares actualmente en ruinas y abandonados. Sin costosas inversiones y subvenciones para obras sin criterio, sin destino.

La iglesia parroquial está al lado, apoyada a los muros del convento, ya que perteneció al antiguo monasterio. Fue construida en el siglo XII, aunque se aprecian restos del siglo XIV y recibió importantes modificaciones en el XVII. Su estructura original es románica, aunque conserva elementos anteriores (prerrománicos o suevos). Entre sus elementos más interesantes destaca un arco decorado con motivos geométricos. Se apoya sobre columnas que terminan en capiteles de ornamentación vegetal. Su parte más alta está coronada por una torre con pilastras, volutas y pináculos piramidales. En el ábside sus canecillos son característicos de una escuela del románico muy presente en la ria de Camariñas, en el arciprestazgo de Nemancos. Entre las piezas, se puede ver un pulpo, algo insólito en el románico europeo.

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