Una asociación recupera este emblemático edificio como albergue jacobeo.
Rafael Lema
Este verano los
peregrinos que se acercaron a Muxía tras completar el camino jacobeo se
encontraron con un nuevo centro de alojamiento, un hospedaje fuera de todos los
modelos convencionales que se encuentran en el tramo de Santiago a la costa. Una
asociación llamada Aurora del Camino recuperó y abrió el antiguo y abandonado
monasterio románico de San Martiño de Ozón en Muxía, que ahora es un albergue de
caminantes. Pero es algo más, ya que entre los fines de la asociación está la de
tener las puertas abiertas a todo el mundo, ejercer como casa de té vecinal,
local para actividades culturales, clases, y con un modelo alejado de la
hostelería al uso, ya que aquí no hay ánimo de lucro ni puertas cerradas. De
hecho, en este peculiar monasterio del siglo XXI que acaba de resurgir de entre
las malezas y la ruina no se cobra por nada, todo es a voluntad del que llega.
Allí se le da cama y comida al caminante, se comparten experiencias, espacio,
comida, ideas. Incluso han habilitado el hórreo, uno de los más grandes de
Galicia, como albergue, debido al aluvión de visitantes en agosto. En Ozón vive
una comunidad de personas de diversos puntos de España que se conocieron
haciendo el Camino de Santiago y decidieron juntarse para vivir en grupo en
medio de la naturaleza y alejados del mundanal ruido. Tras dar con este idílico
lugar, se dirigieron al Arzobispado y plantearon su idea de rehabilitarlo. La
respuesta fue positiva, tras la pausada meditación de la curia, así pudieron
firmar un convenio de ocupación y el compromiso de restaurar una parte del
amplio espacio monacal.
Allí llegan gentes de
varios países, de todas las creencias o sin ellas, todos son bien acogidos. Se
cultiva la tierra y se crían ovejas. Los habitantes de esta peculiar comuna
abierta establecen un horario diario de necesidades y obligaciones. Pasear a los
perros, cuidar las ovejas, limpiar, dar clases. El cenobio fue muy importante
tanto en la Edad Media como en el siglo XVII cuando las aportaciones en trigo y
maíz de su extensa parroquia llenaban de diezmos su magnífico “cabazo”. Por eso
dispone de varios edificios majestuosos de piedra y establos. Arcos góticos y
románicos abrigando gallinas y saliendo en medio de manzanos como en las
ilustraciones de un story board de Tim Burton. Una maceta de geranios corona un
capitel, o un cuenco de peonias la base de una colunma. Los nuevos comuneros de
Ozón van poco a poco, al ritmo pausado que exige el benedictino “locus amenus”,
con una restauración respetuosa y leve, retirando escombros, maderas carcomidas
y dejando libres estos grandes espacios en donde dan clases de música, tienen un
salón o pretenden celebrar todo tipo de actos, como charlas, conciertos.
Hasta
muestran una panoplia con armas de recreación histórica y un conjunto de cámara
musical sobre alfombras ya dispuesto en coro para que unos músicos llenen de
notas el claustro. La vida en Ozón conserva el ambiente relajado, el encanto de
otros tiempos. Pero en vez de monjes hay hombres y mujeres, parejas con hijos e
incluso una comunera embarazada que espera dar a luz el primer niño nacido
dentro del monasterio en siglos. Un niño al que aún sus padres le buscan nombre.
Esta comunidad tiene tradición milenaria en el cenobio muxiano. De hecho Ozón
fue un monasterio dúplice (con mujeres y hombres en vida monacal) como otros
muchos de Galicia en la primera época, la salida de la labor de San Martiño de
Dumio. Aquí se localizó la tumba medieval de una monja que documenta tal hecho.
Por eso tiene dos “patronus”, San Martiño y Santa Maria, como Moraime y tantos
otros. Relacionado con Ozón esta el monasterio de Baiñas, que fue en su inicio
de mujeres.
El párroco de Ozón fue
un antiguo misionero en Sudamérica que ha recibido con los brazos abiertos a la
comunidad. Esta docena de nuevos vecinos ayudan a recuperar una parroquia
agraria y ganadera con una veintena de lugares que pierden habitantes año a año.
Y las ruinas del viejo monasterio, el mayor de la Costa da Morte junto a Moraime
cobran vida, no con oraciones y gregoriano, pero si con música étnica y voces de
niños jugando entre frutales. La idea podría ser válida para recuperar y abrir
otros lugares de la comarca como la rectoral de A Barca, la de Cereixo, el
monasterio de Baiñas y tantos otros espacios de valor histórico o en enclaves
singulares actualmente en ruinas y abandonados. Sin costosas inversiones y
subvenciones para obras sin criterio, sin destino.
La iglesia parroquial
está al lado, apoyada a los muros del convento, ya que perteneció al antiguo
monasterio. Fue construida en el siglo XII, aunque se aprecian restos del siglo
XIV y recibió importantes modificaciones en el XVII. Su estructura original es
románica, aunque conserva elementos anteriores (prerrománicos o suevos). Entre
sus elementos más interesantes destaca un arco decorado con motivos geométricos.
Se apoya sobre columnas que terminan en capiteles de ornamentación vegetal. Su
parte más alta está coronada por una torre con pilastras, volutas y pináculos
piramidales. En el ábside sus canecillos son característicos de una escuela del
románico muy presente en la ria de Camariñas, en el arciprestazgo de Nemancos.
Entre las piezas, se puede ver un pulpo, algo insólito en el románico
europeo.
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