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miércoles, 20 de junio de 2012

Una muerta que sonríe


Recordamos con este reportaje el extraño suceso de Fuencarral




X.M.Lema
@xmlema





Amparo Blanco murió el primer día de trabajo en un hotel, dirigido por unos espiritistas. Y lo hizo con una sonrisa, y con su cuerpo con una temperatura normal para un vivo. Esto despertó las hipótesis y la curiosidad.El extraño suceso de Fuencarral dio mucho que hablar en la prensa en 1935. Y años después,  la historia fue recuperada por periodistas como Juan Rada o programas como Milenio 3.


Hemos conocido la historia por varias fuentes, pero nosotros, como supongo que muchos de nuestros lectores no conocíamos estas fotos que hemos recuperado de la hemeroteca. Y hoy las compartimos en Las Manos del Viento.


Un protagonista de excepción es el reportero de Crónica que cubrió este suceso. Y también el fotógrafo Videa.Amparo Blanco estaba muerta pero mantenía una sonrisa en su rostro, un calor corporal y un funcionamiento de las articulaciones que provocaron que las autoridades sanitarias decidieran esperar, ante la hipótesis de una catalepsia.




“Amparo Blanco parecía más viva que muerta”


Veinticuatro horas después de su muerte “Amparo Blanco parecía más viva que muerta”. Según el cronista de Crónica, “Los ojos no estaban vidriados, y no tenía ni la rigidez ni la temperatura de los muertos”. Hubo que esperar cincuenta horas para darle sepultura, y aún así se trataba “de un cadáver muy extraño”. El diagnóstico fue una angina de pecho. Amparo fue despedida ante escaso público.


El Hotel de Peña Grande fue el lugar donde murió Amparo. Estar habitada por espiritistas, su curiosa estructura de aires arábes y su situación un tanto alejada, disparó la imaginación de las gentes. Y si a esto unimos la situación de su cadáver comprenderemos la expectación creada en aquel invierno de 1935.

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